El miedo, el principal virus de nuestra sociedad

No vamos a dejar el amor a la vida por planes que están contra nosotras
Lolita Chavez.
Una de las cosas que debemos comprender es que el ser humano está preparado a nivel fisio-biológico para responder a cualquier situación de emergencia que ponga en riesgo su vida, incluido celularmente. En un experimento se comprobó que si pones un grupo de células con nutrientes y otro grupo con material tóxico, se pone en marcha un mecanismo de “crecimiento vs protección”.
Mientras en el primer caso las células inician un proceso de apertura y crecimiento, en la otra situación las células se repliegan y auto-aíslan del elemento que consideran nocivo para evitar ser contagiadas y morir. Ambos mecanismos son mutuamente excluyente, “no se puede estar abierto y a la vez auto-aislado del exterior”. En otras palabras pareciera que las células en un momento de riesgo deben escoger entre la vida o la sobrevivencia.
No es difícil adivinar que este sistema de “crecimiento vs protección” es un modelo replicado socialmente en los estados-nación: vivir abiertos o replegarse para sobrevivir. Si percibimos lo nuevo como positivo, éste lo abraza, en cambio si percibimos peligro se “repliega y auto-protege”.
Fisiológicamente, estar abierta significa regeneración celular y homeostasis, sintiéndonos confiadas de la presencia de un sistema inmunológico fuerte y abierto a la vida. En cambio, estar en protección significará aislarnos, desactivar cualquier función no necesaria para sobrevivir, ahorrando energía para la huida, lucha o parálisis, -no sentir-. Este segundo mecanismo será adaptativo sólo si es a corto plazo, y cuando la amenaza desaparece debe desactivarse para volver a un estado de relajación y apertura.
En caso contrario, si permanece demasiado tiempo activo entra en riesgo la propia vida.
En ese estado se desactivará el sistema inmune necesario para no enfermar, y todas las bacterias, virus y parásitos que co-habitan dentro de nosotras estarán en disposición “oportunamente” de invadir nuestro sistema y causar infecciones, enfermando nuestro cuerpo.
Pero ¿Qué ocurre si esa toxicidad no es sólo por moléculas toxicas del entorno, sino que también se activa producto del “Miedo”? En efecto, el miedo pone en marcha también este sistema en todo nuestro cuerpo. Entonces, en sociedades llenas de violencia donde el principio de vida está amenazado, el miedo está constantemente presente colocándonos en la precariedad del “sobrevivir”, solo hay “estrés”, un mecanismo bio-psico-social que se activa internamente cuando la vida se percibe no sostenible.
En el momento de “no sostenibilidad” cualquier virus puede entrar de forma oportuna. No es un castigo divino, es la evidencia de una crisis de sostenibilidad humana que viene gestándose por nosotros mismos y mismas al alimentar la precariedad, la violencia y el miedo en nuestra sociedad, al abandonar la vida y el cuidado como motor de desarrollo de nuestra sociedad. Si lo que está en riesgo es la propia sostenibilidad humana, es momento de recuperar el significado de vida que tienen los pueblos originarios del Abya Yala, o de África. Regresar al <<buen vivir>> en lugar de sobrevivir, o poner en el centro la ética del <<ubuntu>> “yo soy yo a través de ti”.
De no escuchar atentamente no podremos evitar la decadencia y muerte de la vida. En este siglo hemos presenciado destrucción y genocidios de todos los seres vivos (especies animales y naturaleza incluida), ahora nuestros seres queridos y/o conocidos. Es urgente no regresar a ese modelo de vida que teníamos.
Debemos empujar para que entre todos y todas podamos latir al ritmo de la vida, juntando el corazón de la humanidad-colectiva, con el corazón de la tierra y del cielo. Es urgente latir al ritmo del planeta no para consumirlo, sino para respetarlo(nos). Desde una perspectiva feminista y comunitaria de atención psico-social, la clave está en colocar en el centro la vida, desde el cuerpo como primer territorio de lucha hasta el mismo territorio-cosmos.
Un cuerpo dentro de la “red de cuidados”, y “reciprocidad”, donde la salud no depende de políticas comerciales sino del principio de humanidad y su ecosistema. Sin sonidos de tambores que marquen el ritmo pausado de la vida; sin espacio para auto-compasión y amor propio; sin conectarnos al ciclo de la abuela luna, simplemente estamos perdidos como planeta. Es hora de despertar y recuperar el sentido que nos ha sido secuestrado bajo un modelo ficticio de modernidad, es hora de nunca más volver a lo que teníamos para poner en el centro la vida.
Este sistema, con sus estados y políticas acaban de demostrarnos que no pueden responder a la verdadera necesidad de vida, sólo nos quieren en la sobreviviencia. Es hora de empoderarnos para reclamar tomando la responsabilidad de construir propuestas verdaderamente sostenibles.
Pongamos en marcha, sin demora, un mundo diferente. Para ello deberemos renunciar a los privilegios que generan no sostenibilidad. Abandonar la falsa comodidad para que germine la vida para todos y todas. Nos quieren ahí, auto-aisladas, protegiéndonos para que dejemos de estar abiertas a la vida. Como dijo Lolita Chavez, ”no vamos a dejar el amor a la vida por planes que están contra nosotras”. Es hora que junto a los pueblos originarios del mundo tomemos nuestra voz, porque estamos agonizando y debemos dejar de ser nuestros propios depredadores.
¿Quien se suma?

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